Como sucede con otras ideas, tenemos cambiado el diccionario
con el tema de los límites. Qué es poner un límite? Es marcar un punto, es
distinguir, es separar, es, muchas veces, decir “No” para cuidar a un otro.
En muchas ocasiones el límite es vivido como castigo, en
otras como reto, en otras como abandono. Por qué decodificamos el límite con
definiciones tan alejadas de lo que realmente es?
Sucede que no sabemos muy bien de qué se trata el “cuidado”
y mucho menos el “autocuidado”. Cuando hablo de autocuidado, me estoy
refiriendo a preservarme de entornos y/o personas tóxicas, a pensar antes de
responder para así poder elegir, a cuidar mi salud psíquica y física, a “preferirme”
antes que a los demás, en definitiva, a “quererme”.
Estos fallos en el “sistema de autocuidado” se hacen
visibles en las conductas adictivas (ya sea que se trate de sustancias, de
comida, de vínculos dependientes, etc.), a través de actitudes impulsivas que nos
exponen a riesgos para con nosotros mismos o para con terceros (riesgos que
pueden rozar con la muerte), en el mantenimiento de creencias desvalorizantes sobre
mí mismo y también pueden hacerse visibles con límites que pone el terapeuta en
algún momento del tratamiento… bienvenido sea, ya que ese será un momento de
crecimiento para el paciente!
Por qué razón encuentro fallos en el “sistema de autocuidado”
de las personas? Probablemente porque no se sintieron seguros y bien cuidados
de pequeños. O porque aquellos “límites” recibidos fueron vividos en medio de
contextos de confusión o doble mensajes, dejando una creencia errónea sobre lo
que el “cuidado” recibido por nuestros padres, o quienes cumplieron con esa
función, significaba. Otras veces, no asumimos nuestra adultez y seguimos
operando como niños/adolescentes frente a una denegación o puesta de límites
experimentando las mismas sensaciones de frustración y ansiedad, como allá y
entonces. Cuando no nos sentimos merecedores del afecto del otro, también rechazamos
y entendemos el límite como castigo y no como cuidado. Y en otras ocasiones, en
lo real hubo ausencia y abandono de cuidados: la mirada de estos otros
importantes y vitales para mí estuvo puesta en otro lado o en sí mismos, de
manera que no aprendí a cuidarme porque no me cuidaron…
Sabemos que somos producto de nuestra crianza y de nuestra
historia. “El yo es lo menos propio que tenemos” decía Freud y más de uno se
espanta con esta frase! Pero aunque esto suene determinista, la buena noticia
es que está en mis manos “hacer” algo distinto con eso que “hicieron de mí”. Y cómo?
Viviendo y actuando en la realidad, saliendo de los automatismos y de las
comodidades, probando nuevas conductas que me van a dar nuevos resultados con
los cuales ir ajustando mis decisiones y elecciones. Hoy, como adulto, soy yo el
responsable de mi propio autocuidado, limitándome y limitando a otros en
función de preservarme, habiendo aprendido que el “No” es una respuesta posible
en medio de otras y que, en más de una ocasión, voy a terminar agradeciendo!