Estamos viviendo un tiempo donde los términos y las palabras
cambian de significado con mucha facilidad. Y a mí me enseñaron que para saber
qué significa una palabra, buscara en un diccionario la definición entendiendo que
esa definición era duradera en el tiempo, si no, sería imposible comunicarse.
Ahora veo, que frente a determinados escenarios, no sólo no
hablamos del “tema” sino que además, ni lo nombramos. Y me quiero referir a las
conductas adictivas, a la laxitud y liviandad con que nos referimos a estas
conductas… “porque ahora es distinto”, “porque los chicos hoy tienen otra
libertad”, “porque hoy un porro es re común”, “porque hoy fuman todos”, “porque
las cosas cambiaron, hay más apertura”, “porque yo no soy adicto, sólo consumo
cuando estoy con amigos”, “ser adicto es otra cosa”, “sí, tomo bastante, pero no
soy un alcohólico!”…
Quiero aclarar que cuando hablo de conducta adictiva, me
estoy refiriendo no sólo al consumo de sustancias químicas, sino también al consumo
de alcohol. Si bien hay otras adicciones, el juego, la comida, las relaciones, me
quiero referir a las sustancias que, como consecuencia de su ingesta, provocan
alteraciones en el organismo. Y tampoco es mi intención hablar de los daños que
estas alteraciones le generan al organismo ya que con un solo click, lo
encontrás en internet.
Qué nos está pasando que no le damos el lugar y la
importancia que tienen a estas “conductas adictivas”, ya sea que se traten de
conductas mías como de conductas de las personas de mi entorno. Me pregunto
cuál es el velo que me impide nombrarlas como son… será tal vez que entendiendo
de qué se trata debo hacerme cargo de ello? Será que al admitir mis conductas
adictivas o las del otro, me vuelvo “responsable” de lo que quiero y de lo que
no quiero y en ese sentido, tengo que tomar decisiones?
Las sustancias químicas no hacen más que exacerbar mis
condiciones naturales, no traen nada nuevo. Me vuelvo más creativo, cuando ya
soy creativo. Me acelera más de lo que naturalmente mi adrenalina propia me
estimula o me tira abajo exacerbando mi depresión. Me despierta y abre los
sentidos pero para que emerja lo que ya tengo en mi mente, que la mayoría de
las veces no es de lo más divertido justamente… Y por supuesto, el consumo de
cocaína más alcohol, una mezcla explosiva, (ambas sustancias son antagónicas: estimulante/depresora
del Sistema Nervioso) con la intención de contrarrestar los efectos negativos
de cada una de ellas. Lo que se obtiene de su combinación, es el aumento del
potencial tóxico de ambas sustancias por separado y la aparición de una nueva
sustancia tóxica para el organismo en el hígado llamada cocaetileno… pensemos
un momento en las órdenes que recibe ese cerebro de estimulación y de sedación,
casi al mismo tiempo, con la consecuente respuesta del corazón y todo el
Aparato circulatorio… esto sólo puede producir daño.
Para qué la droga? No todo el mundo se droga, no es ni común
ni moderno. Se droga el que puede drogarse. La droga tiene entrada en una persona
en función de evitar, cubrir y anestesiar un dolor. Sí, al comienzo aparece
disfrazado de curiosidad, de compartir una vivencia con pares, como una
transgresión “por la que todos deberíamos pasar”… pero si hay una disposición,
si hay dolores y duelos no tramitados, si hay separaciones no aceptadas, si hay
conflictos no resueltos, lo que empieza como “uso”, termina en “abuso” de
sustancias. De ahí la importancia de llamar a las cosas por su nombre. El ser
humano es un ser “apalabrado”, desde que nace una “palabra” lo nombra. El
nombrar la situación me permite distinguir, entender, preguntar, preguntarme…
en definitiva, me permite hacerme cargo y responsable de mi propia vida
buscando herramientas saludables para tramitar esos dolores y no meras
anestesias que lo único que logran es ponerle un “parche” al problema, patearlo
para más adelante y generar otros.
Muy Bueno!!!
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