Me voy a referir a lo imaginario en relación a cómo armamos nuestras ideas o pensamientos respecto de un tema generalmente desafiante, incómodo y difícil de abordar, no a lo imaginación en tanto ilusión o fantasía.
Digo: la realidad nunca es tan terrible como aquello que nos imaginamos.
Muchas veces nos encontramos inmersos en procesos de pensamiento negativos, pesimitas, nefastos, frente a situaciones de la vida, a conflictos o problemas a resolver, decisiones que asumir, charlas que retomar, etc. Y es ahí donde nos zambullimos en una serie de ideas, que se encadenan unas con otras, con un “único” final, siempre terrible, malo, devastador, terminante… fatal.
En el mundo de lo imaginario todo es posible. Es un mundo rico en imágenes, pero con leyes diferentes a las de la realidad: hay cosas que allí pueden pasar que en la realidad no, como en los sueños. Con una salvedad: el final siempre es único, inexpugnable, infranqueable y, obvio, malo para mí. Ideas como: “ya sé lo que me va a contestar, me va a ir mal, no voy a poder, no voy a saber qué hacer o cómo hacer, se va a enojar si le digo tal cosa, me voy a avergonzar, me va a dejar” y todo lo que Uds. le quieran agregar, siempre son los finales de esta novela imaginaria que nos hacemos y que nos dejan en un muy mal lugar: incapacitados, inhibidos, cerrados, asustados, paralizados, sin atravesar aquello que “creemos/imaginamos” como tan terrible.
En el mundo de la realidad, las opciones son claras, variadas, a veces crudas, pero sin vueltas… por qué? Porque yo no sé lo que va a pasar… en el mundo real, no puedo anticiparme (imaginarme) cuál va a ser la respuesta o reacción del otro, porque en el mundo real la respuesta o reacción del otro es un misterio para mí. En lo real se encuentra el otro, este otro que también va a hacer algo en esta interacción y va a poder elegir/decidir cómo y qué responderme. Muchas veces nos encerramos preguntándonos y contestándonos a nosotros mismos (y armamos estas novelas de “terror”) y dejamos al otro afuera: no permitimos que algo diferente acontezca.
Y lo que sucede, es que cuando nos animamos a pisar los espacios “reales” con los otros o atravesamos situaciones complejas, los resultados nunca son tan terribles como pensábamos y, en el mejor de los casos, muchísimo mejor, posibilitando un crecimiento personal y del vínculo.
Reconozco que a veces las cosas salen “mal”, sería muy necio de mi parte no hacerlo, pero en la realidad, que las cosas salgan “mal”(que la respuesta sea diferente a lo que yo espero) es sólo una posibilidad, una de muchas alternativas que están dispuestas a ser descubiertas y transitadas; en el mundo imaginario, hay sólo una y siempre es la misma, es la que tememos, que dejamos que nos paralice y que solo acontece dentro de nuestro pensamiento.
Finalmente, nos podemos dar cuenta que, “solo se trata de ideas”… que les podemos quitar a estas ideas ese “poder” que las hace irrefutables, y tomar ese poder en nuestras manos y hacernos cargo a través de acciones en la realidad: preguntando en vez de suponiendo o dando por sentado, siendo protagonista en vez de espectador, esperando libre que llegue “ese” momento y no preocupándome, permitiéndome experimentar/aprender nuevas situaciones y emociones en vez de quedarme con ideas negativas y paralizantes (aunque esto me brinde la "seguridad" de lo conocido), etc.