Comento en una clase que me había sorprendido que, Félix Baumgartner,
el que saltó desde la estratósfera en octubre de 2012, hubiera sufrido un
ataque de pánico en algún intento (fallido) anterior, al momento de ponerse el
traje equipado para saltar. Me llamó la atención que un tipo que ya había hecho
otros saltos increíbles y que se preparaba para saltar desde la estratósfera,
hubiera hecho un ataque de pánico “sólo” al ponerse el traje…
“Y claro, me dice el profe, es que seguimos teniendo el
mismo equipo biológico del Paleolítico”.
Nuestro “equipo biológico”, nuestro cuerpo, es el mismo de
hace algunos millones de años. Es cierto que se ha desarrollado el cerebro,
pero seguimos teniendo la misma cantidad de músculos, la misma actividad
circulatoria, el mismo sistema nervioso, un solo corazón… y exponemos, en esta
sociedad moderna, una y otra vez, a nuestro cuerpo a situaciones para las
cuales no está “naturalmente” preparado, por ejemplo, volar… y si pensamos en
la vida vertiginosa, en las presiones laborales, de relación, en la
autoexigencia, en este mundo flash, delivery y de tuits, realmente a ese
cuerpo que se dedicaba a cazar, que mayormente estaba en silencio, que cuidaba
de los críos y los despiojaba, a ese mismo cuerpo, lo estamos tratando muy mal.
Me pregunto si esto se asocia a tanta enfermedad en personas
jóvenes, cánceres, ACV’s, estrés, ataques de pánico, trastornos del humor,
problemas de relación, etc.
El cuerpo tiene una respuesta automática, de protección,
frente a los agentes estresantes. Naturalmente cuando se dispara la alarma de
“peligro” (como hace millones de años, cuando se tenían que enfrentar a un
depredador) el cuerpo se prepara, siente temor, se estresa, y se dispone a atacar
o huir.
Parece que nuestro cerebro desarrollado no “escucha” a
nuestro cuerpo cuando le dice que hay un peligro afuera: jornadas laborales
extensísimas, “conference call” a cualquier hora (porque estamos en un mundo
globalizado!!), manejar en un entorno donde lo que menos se hace es respetar
las señales ni qué hablar de los peatones que además tampoco respetan las
señales, etc. o un peligro adentro: preocupaciones, autoexigencias, rumias
mentales en las que sólo se logra un “diálogo” con uno mismo porque yo ya sé
cómo piensa y qué me va a decir el/ella, etc.
El cuerpo es sabio para decirnos basta, pero no lo dice con
palabras, lo dice con actos. Creo que es hora de usar el hermoso cerebro
desarrollado que tenemos para saber escuchar qué es lo que quiere decirnos y
así darnos cuenta de qué es lo que está en desequilibrio y necesita volver a
estabilizarse.
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