La finalización del año supone el fin de un ciclo, de un período. Y toda nuestra vida, aún la del universo, por lo que sabemos, también tiene sus ciclos: nacer y morir, el día y la noche, las estaciones, los ciclos biológicos, ciclos de comedias, los ritmos circadianos (orden temporal interno que tenemos los seres humanos), los ciclos vitales, los ciclos económicos, los ciclos biogeoquímicos, los ciclos lunares, ciclo musical, ciclos en programación, etc. etc .etc.
Algo que empieza y que termina, muchas veces, en el mejor de los casos, para dar lugar a algo nuevo. Y cuando se termina un año, así lo deseamos. “Que tengas un buen año”, “Feliz año nuevo”… y me pregunto: y el “año viejo” fue bueno? el año que termina su ciclo, fue “feliz”?
Para responder a estas preguntas, pienso si asumí decisiones, si llevé adelante acciones, si me hice cargo y responsable de conductas que orientaran mi vida y mi sentido en ella hacia lo que quiero y deseo en ésta, mi existencia. Y también, si me doy cuenta de lo que no hice en ese sentido, para aprender.
El próximo año, por sí sólo, no vasta para que sea “bueno” y “feliz”. El próximo año me necesita a mí, como protagonista principal de mi historia, haciendo, pensando y sintiendo con consistencia interna y sensatez.
El próximo año, el próximo ciclo que tendremos la oportunidad de transitar, nos puede encontrar como meros espectadores de nuestra vida, acomodados en sendos sillones viendo cómo los demás o “lo” otro decide por mí. O nos puede encontrar escribiendo nuestro guión de vida, ensayando, actuando, arriba del escenario, siendo protagonistas de la obra, hasta que nuevamente, baje el telón y se termine otro ciclo.
Entonces, hagamos un buen año!!!
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